martes, 21 de octubre de 2008

¿Está todo perdido?

Depende. Las heridas que no te destruyen sólo te harán más fuerte dice Nietzsche.
La experiencia me ha mostrado que junto con la capacidad de adaptación, disponemos de otras armas para lograr nuestros objetivos y mantenernos íntegros como individuos. Pero todas ellas tienen un factor común que actúa como hilo vertebrador...*
Déjenme que les transcriba una versión personal de Jorge Bucay sobre una historia tradicional.
“Las cuatro velas se quemaban lentamente. El ambiente estaba tan silencioso que se podía oír el diálogo que mantenían.
La primera mirando a las demás dijo…
-Yo soy la luz del Respeto por el prójimo. Sin embargo, las personas no consiguen mantenerme viva. No les importa de mí ni me valoran. Creo que me voy a apagar.- Y así fue disminuyendo su fuego hasta apagarse del todo.
La segunda, escuchando lo que había dicho la primera dijo:
-Yo soy el Amor. Pero sin el respeto no tengo fuerzas para seguir encendida. Las personas me dejan a un lado y no comprenden las consecuencias de lo que hacen. Corriendo detrás de su ambición se olvidan hasta de aquellos que están más cerca y pasan por sobre ellos por conseguir un poco más de poder.- Cuando terminó de hablar sin esperar más se apagó.
En ese momento la tercera que tenía ya una luz triste y mortecina, dijo:
-Yo soy la luz de los Principios. Las personas no quieren saber nada de mi. Hace mucho tiempo que nadie se fija en mi llama, casi no tiene sentido permanecer encendida.-
Cuando terminó de hablar, una suave brisa sopló y encontrándola debilitada, la terminó de apagar.
Sin ellas tres la oscuridad comenzó a hacerse dueña de todo el lugar.
Los fantasmas de la sombra y el miedo aguardaban, dispuestos a reinar sin frenos.
De repente…entró un hombre y sintió la presencia del peligro. Se dio cuenta de que sin Respeto, sin Amor y sin Principios, sus días y los de todos estaban contados.
Pensó en sus proyectos frustrados para siempre, en las personas que había amado, con sus vidas desperdiciadas, en lo que hubiera podido hacer y no hizo… y cayó de rodillas llorando.
Entonces, la cuarta vela le habló.
-Llora si lo deseas pero no permanezcas así para siempre. Debes sabe que mientras yo esté encendida, no todo está perdido.-
-¿Quién eres… la esperanza?-
Preguntó el hombre creyendo adivinar su identidad.
-No… pero su luz es un espejo de la mía. Soy tu espíritu de lucha*.- dijo la cuarta vela.
Con los ojos brillantes, el hombre se puso en pie, tomó la cuarta vela y con ella encendió las otras.

1 comentario:

  1. Qué cuento más bonito y esperanzador para todos, nunca hay que perder el espíritu de lucha, ese que hace que hagamos cosas que ni siquiera podemos imaginar, ese que en los peores momentos de nuestras vidas, sin saber por qué, nos empuja a seguir peleando, ¿será el tan famoso sexto sentido, ese que nos empuja a seguir viviendo?, no sé, el caso es que sin él estaríamos perdidos y tiraríamos la toalla con un insignificante problema.

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